lunes, 27 de febrero de 2012

Me encontré con algo que no sabía (o no recordaba más bien) que tenía. Cosa rara... Puede que yo sea cachurera pero en general guardo un buen registro mental de mis posesiones.
Abrí un cajón -uno que no abro muy seguido, claro- y me encuentro con una bolsita de papel rosado. Durante unos segundos me pregunto qué es. La doy vuelta y por el logo me hago una idea de su contenido. La vacío y aparecen unas figuras que me había regalado mi ex: un llavero de un puchiguso, una Shizuma y una Nagisa. A la Nagisa le falta un brazo; juro que no se lo saqué yo en un ataque de rabia de mis momentos de despecho. De hecho, haciendo memoria, me acuerdo que fue un motivo de cuasi-depresión el accidente sufrido por esa monita (¿le dije a mi ex que su alter ego yuri había quedado manco?... creo que no).
Miro el descubrimiento un instante. Tomo las figuritas en mis manos y les doy un beso. Se me llenan los ojos de lágrimas. No entiendo de dónde ha aparecido tanta ternura. Bueno, estoy menstruando, eso ha de haber influido un poco (o tal vez mucho).
Las guardo en su empaque. Las vuelvo a sacar. Las miro otra vez. Y una ola de recuerdos dulces y nostalgia me aprietan el corazón. Recuerdos de los buenos. Recuerdos de ese amor perdido en alguna parte del mundo: del amor que se fue, del que no se ha ido aún y del que no se irá nunca.
Desequilibrio hormonal.